Como decía aquel, hay cosas que son imposibles y además no pueden ser. Me explico. Si prestamos algo de atención a nuestro alrededor, tanto a nivel político como a nivel social o cultural, podemos ver que se está desarrollando una tendencia a la diferenciación. Pero es que esta tendencia, que en principio no tendría por qué ser mala si estuviera bien aplicada, se está llevando al extremo y está siendo mal entendida, hasta tal punto que se quieren conseguir beneficios y privilegios tan solo por tener un rasgo diferenciador.
La diferencia es enriquecedora si se asimila, pero se transforma en un arma de doble filo cuando se usa como excusa para pasar por encima de los derechos o de la libertad de los demás. El estado (y también el Estado, creo yo) ideal sería el que conseguiríamos uniendo fuerzas, intereses y bagages personales y colectivos, sería uno en el que compartiríamos lo bueno para enriquecernos y también lo malo para fortalecernos. Pero todo este proceso habría de ser un proceso sumatorio. Y el problema es que hoy la diferencia es un aislante, una excusa para intentar conseguir y transimitir lo mejor para mí y para mi grupo aún a costa del perjuicio de mi vecino.
¿Cuándo se ha visto que un aislante funcione como transmisor? No, es imposible. Nunca se ha fortalecido un cuerpo debilitando una parte de él. Nunca se ha obtenido más potencia aislando una parte del conductor. Nunca un movimiento centrífugo ha evitado la dispersión.
Sólo conseguiremos avanzar el día que aprendamos de nuestra historia y sumemos en lugar de restar. El día en que veamos la diferencia como un signo de progreso para todos los que la vivan y la compartan, no como el muro para separarnos y así convertirnos en una élite superior.
¿Alea jacta est? Espero que no. ¡Todos a clase a repasar las reglas de la suma!
No hay comentarios:
Publicar un comentario