El vicepresidente Espartaco, de Roberto Blanco Valdés en La Voz de Galicia Tras su derrota estrepitosa en el frente ruso, que marcaría el principio del fin de su poder, Napoleón Bonaparte envió a su embajador en Varsovia una misiva en la que reconocía la facilidad con que se transitaba del cielo a los infiernos: «De lo sublime a lo ridículo no hay más que un solo paso», escribía el emperador a Víctor de Pradt.
Desconociendo esa enseñanza, y aquella otra de François de la Rochefoucauld («Para que en algunos hombres aparezca su lado ridículo nada más hay que buscarlo»), los responsables de la precampaña del vicepresidente de la Xunta han elaborado, hay que suponer que, si no con el entusiasmo, sí al menos con la anuencia de Quintana, un vídeo en donde el líder del BNG pretende servirse del mito de Espartaco, el esclavo tracio que se rebeló contra la República romana para conquistar la libertad. De este modo, al igual que en la maravillosa escena final de la impagable película de Kubrick interpretada por Kirk Douglas -donde, ya derrotados los esclavos, los romanos les exigen que identifiquen a quien dirigió la rebelión para obtener solo que, uno tras otro, todos acaben proclamando «Yo soy Espartaco»-, en el vídeo publicitario de Quintana, los actores cómicos (¡grandes cómicos!) de TVG cubren también al vicepresidente ante la pregunta de un romano de opereta: «Eu son Anxo Quintana» van gritando en pelotón, después de haberlo hecho el propio interesado.
Aunque, claro, lo que en la película de Kubrick resulta emocionante se convierte en el vídeo del BNG en un espectáculo grotesco, impropio de quien ocupa la Vicepresidencia de la Xunta.
Todo se reduciría, en cualquier caso, a un sonoro tropezón del equipo de campaña de Quintana, a no ser porque el vídeo de marras revela el permanente empeño del BNG de gobernar y estar en la oposición. Es posible que, en su día, Beiras o Nogueira, que realizaron en durísimas condiciones una larga travesía del desierto, pudieran haber reclamado para sí la mitología de Espartaco, aunque, conociéndolos, estoy seguro de que ninguno de los dos se hubiera prestado a la payasada del vídeo protagonizado por Quintana.
Pero, de ser algo, el vicepresidente no sería Espartaco, desde luego, sino, en todo caso, un romano que dirige unas de las legiones del ejército triunfante. Por eso, que quien viaja en coche oficial, está rodeado de secretarias y asesores, disfruta de todas las prebendas del poder, reparte parques eólicos y maneja una gran parte del presupuesto de la Xunta se presente en campaña como un esclavo perseguido no deja de ser una mercancía averiada destinada a que los votantes se traguen un engaño sideral: el de que el BNG que dirige Quintana es el mismo que el que, desde la oposición, combatió a Fraga.
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El vicepresidente Espartaco, de Roberto Blanco Valdés en La Voz de Galicia
Tras su derrota estrepitosa en el frente ruso, que marcaría el principio del fin de su poder, Napoleón Bonaparte envió a su embajador en Varsovia una misiva en la que reconocía la facilidad con que se transitaba del cielo a los infiernos: «De lo sublime a lo ridículo no hay más que un solo paso», escribía el emperador a Víctor de Pradt.
Desconociendo esa enseñanza, y aquella otra de François de la Rochefoucauld («Para que en algunos hombres aparezca su lado ridículo nada más hay que buscarlo»), los responsables de la precampaña del vicepresidente de la Xunta han elaborado, hay que suponer que, si no con el entusiasmo, sí al menos con la anuencia de Quintana, un vídeo en donde el líder del BNG pretende servirse del mito de Espartaco, el esclavo tracio que se rebeló contra la República romana para conquistar la libertad. De este modo, al igual que en la maravillosa escena final de la impagable película de Kubrick interpretada por Kirk Douglas -donde, ya derrotados los esclavos, los romanos les exigen que identifiquen a quien dirigió la rebelión para obtener solo que, uno tras otro, todos acaben proclamando «Yo soy Espartaco»-, en el vídeo publicitario de Quintana, los actores cómicos (¡grandes cómicos!) de TVG cubren también al vicepresidente ante la pregunta de un romano de opereta: «Eu son Anxo Quintana» van gritando en pelotón, después de haberlo hecho el propio interesado.
Aunque, claro, lo que en la película de Kubrick resulta emocionante se convierte en el vídeo del BNG en un espectáculo grotesco, impropio de quien ocupa la Vicepresidencia de la Xunta.
Todo se reduciría, en cualquier caso, a un sonoro tropezón del equipo de campaña de Quintana, a no ser porque el vídeo de marras revela el permanente empeño del BNG de gobernar y estar en la oposición. Es posible que, en su día, Beiras o Nogueira, que realizaron en durísimas condiciones una larga travesía del desierto, pudieran haber reclamado para sí la mitología de Espartaco, aunque, conociéndolos, estoy seguro de que ninguno de los dos se hubiera prestado a la payasada del vídeo protagonizado por Quintana.
Pero, de ser algo, el vicepresidente no sería Espartaco, desde luego, sino, en todo caso, un romano que dirige unas de las legiones del ejército triunfante. Por eso, que quien viaja en coche oficial, está rodeado de secretarias y asesores, disfruta de todas las prebendas del poder, reparte parques eólicos y maneja una gran parte del presupuesto de la Xunta se presente en campaña como un esclavo perseguido no deja de ser una mercancía averiada destinada a que los votantes se traguen un engaño sideral: el de que el BNG que dirige Quintana es el mismo que el que, desde la oposición, combatió a Fraga.
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