¡¡¡"Esto es la guerra..."!!!

La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnostico falso y aplicar después los remedios equivocados. GROUCHO MARX

viernes, 17 de julio de 2009

¿...y el PP?, pues mal también.

Compartimos con J.L. Barreiros Rivas, otro de los articulistas vinculados a La Voz de Galicia, con los que coincidimos frecuentemente en sus apreciaciones, que el PP tampoco se sale de rositas en este montaje del tinglado de la financiacion que ha parido "RZ", en peaje a sus autonomías favoritas, y en ellas los grupos que le apuntalan.
Entre que Rajoy tiene el partido hecho unos zorros, y que tampoco llega a olvidar del todo, que esa dependencia del nacionalismo también la iría a necesitar el si llegase la ocasión, la sensación de inestabilidad e incertidumbre a la que se esta sometiendo a la ciudadanía de este país, es de escandalo.
Por un lado un gobierno desbocado sin freno y sin rumbo, y una oposición solo esperando que llegue pronto el borde del abismo en vez de saltar al cuello, o a la grupa, de los caballos de la diligencia, cual héroe del Oeste para salvar a la chica de la película (España) de un descalabro cierto.
Tampoco entendemos esa abstención tan ridicula, ademas de infantil si solo se justifica en el mal cuerpo que les queda si se oponen y cogen la pasta... ¡Absurdo..., y terminan la jugada diciendo que si mandan lo cambiaran...! ¡Y un cuerno..., otros que nos consideran bobos!.
El caneo de Zapatero y las cantadas de Rajoy
Estoy viendo «la final» de la financiación autonómica desde muy lejos. Tan lejos, exactamente, como «desde aquí a Lima», siendo «aquí» el lugar donde usted me lee, y siendo Lima, obviamente, la capital del Perú, que es donde yo escribo. Y lo que se ve desde aquí es que Zapatero acaba de salvar el partido, a última hora, con unos caneos muy apañados, y que el PP, o algunas autonomías de la derecha, o el Núñez Feijoo que se vistió de numantino para la ocasión acaban de marrar el penalti que casi ningún árbitro quiere pitar en el último minuto de la prórroga.

Porque si se dice lo que dijo Rajoy el martes -que la propuesta de Zapatero es una chapuza impresentable, y que se entierra el principio de solidaridad para favorecer los viveros electorales del PSOE- hay que votar no con rotundidad y sin fisuras estratégicas. Y si se quiere hacer de Núñez Feijoo el new look político de las autonomías del PP, también hay que votar no, y arroparlo en el fracaso. Y si se quiere demostrar que Zapatero trabaja solo para Andalucía y Cataluña, también hay que votar no mientras se hacen bien las cuentas y se le arma al presidente gallego un discurso que vaya algo más allá del choromiqueo tardío. Y si se quiere que los gallegos no lleguemos a la conclusión de que el PP nos toma el pelo, no se puede dejar que el señor Beteta, que es uno de los responsables de la desfeita popular, diga que todo el PP está en contra del nuevo sistema y que por eso se abstiene, porque para estar en contra se dice no.

¿Qué razón hay para que el PP, o el marianismo, o algunos presidentes de la derecha, hayan optado por abstenerse para que Zapatero saque con brillantez su modelo y deje a Núñez Feijoo con un desaire morrocotudo? ¿Qué impulsó a Rajoy a dar la orden de que todos sus correligionarios se abstengan en la reunión de la Comisión de Política Fiscal y Financiera, y dejen que Zapatero se vaya de rositas y más reluciente que los chorros del oro? Pues algo tan sencillo como esto: que las autonomías ricas que gobierna el PP -Madrid y Valencia sobre todo- están encantadas con la propuesta de Zapatero; que en el PP no se elaboró nunca una propuesta alternativa para colgar en ella la explicación del no; y que el numantinismo gallego -técnicamente sin articular y carente del más mínimo realismo- se quedó sin los socios -Asturias, Castilla-León y Extremadura- con los que se pretendía hacer la reconquista.

Si usted me leyó durante las últimas semanas no se habrá llevado ninguna sorpresa. Y por eso sabrá también que, si queremos salir airosos de este trance, no nos va a quedar más remedio que volver atrás, hacer los deberes correctamente, y plantear, cuando toque, una batalla inteligente.

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