¡¡¡"Esto es la guerra..."!!!

La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnostico falso y aplicar después los remedios equivocados. GROUCHO MARX

sábado, 1 de agosto de 2009

Suma y ... sigue?



Con motivo de estos días de tristeza, agregamos dos artículos, uno de Carlos Herrera en ABC y otro de Roberto Blanco Valdes en La Voz de Galicia.
No cabe la menor duda que les sentó fatal de digerir la prohibición de presentarse a las autonómicas vascas, el pacto allí conseguido de momento..., y quieren volver a sentar al gobierno de nuevo en la mesa de negociación por narices.
Esperemos que no entre al trapo Rodriguez Z., con todo el jardín económico que le desestabiliza y augura un futuro mas que incierto, y probablemente un adelanto electoral, pero como querrá volver tener en él, una vez mas, los apoyos de todo quisque, incluidos los proetarras, cae en la tentación seguro...




CARLOS HERRERA

LA tarta de cumpleaños ha podido ser decorada con dos velas negras. Hubieran querido más, muchas más, pero la fortuna no les acompañó en su golpe fundamental: si se hubiera derribado la casa de Burgos, hoy serían tantas velas como años hace que el nacionalismo vasco vivió una escisión en su seno de la que nació el terrorismo de ETA, pero la mala puntería o la fortuna ajena hicieron imposible el sueño con el que hubieran hecho felices al montón de psicópatas que forma su estructura. Tal y como recordaba ayer en Tercera el profesor Rogelio Alonso, los miembros de la ETA argumentan algo semejante a lo que el IRA afirmó con motivo del intento de asesinato de Thatcher en 1984: «nosotros sólo hemos de tener suerte una vez, ellos siempre». En Calviá se produjo el golpe de fortuna y aún creo escuchar los vítores en algunas celdas de prisiones, aún oigo descorchar botellas de espumosos en las cavernas tabernarias, ya me imagino la cara de satisfacción de decenas de concejales de poblaciones norteñas, ya veo la boca salivada de jóvenes revolucionarios con pendiente y sudadera. Ya les veo celebrar el medio siglo con un festín de cadáveres alrededor de los cuales danzan con el cuerpo lleno de sangre. ¿Y, mientras tanto, nosotros qué? ¿Otra vez al llanto? ¿Otra vez a recogernos en casa compungidos y en silencio como viene siendo todos estos cincuenta años?

¿Quién tiene que tener miedo? ¿Los que somos más y mejores? El pueblo español ha mostrado sobradamente su capacidad de paciencia, pero también de temor; algunos sectores magramente poblados han mostrado, a su vez, no poca miseria y cobardía cuando dedicaron unos cuantos de estos cinco decenios a mirar hacia otro lado; otros utilizaron lenguaje melífluo, gomoso, pretendidamente confuso para justificar ideológicamente al asesino «aunque no se compartan las formas» -como si esto fuera un concurso de buena educación-; finalmente, unos cuantos apoyaron, desde el nacionalismo vasco y algún que otro reducto reaccionario de la península ibérica, la llamada lucha armada. En el frente de aquellos que han mantenido el mismo discurso durante este tiempo, con Franco vivo o con Franco muerto, de aquellos que han dado la cara contra esta colección de salvajes permanentemente alimentados por el discurso nacionalista, de aquellos que han escrito y firmado palabras claras, que no se han escabullido, que no han escurrido el bulto, que han estado en los funerales, que han colaborado con las víctimas, que han acusado al que puso la bomba y no al que la debía retirar, por lo visto, con mucha celeridad, que se han jugado el tipo ante los amigos de los asesinos, que no han querido capitular ante ningún tipo de chantajes, que no han admitido que un Estado democrático tenga que ceder en negociación alguna con un colectivo de criminales, que han tenido que aguantar que tantísimo estúpido español le llamara «facha» por sostener principios sólidos, que no han sucumbido, en suma, ante el relativismo perverso de nuestro tiempo, en ese frente, digo, no había tantos. Otro gallo hubiera cantado si desde los inicios de esta cincuentena siniestra se hubiese apostado de forma inequívoca por una lucha a todos los niveles. Con Franco y sin Franco, que ahora es muy fácil escudarse en que contra el dictador todo valía, o que había que entender algunas posturas. Pues no, no todo valía y no había que entenderlo todo, como por ejemplo la ETA.

Yo hoy también voy a brindar por estos cincuenta años. Sin velas negras. Con las velas blancas de los íntegros que no se han escondido en el armario de casa. Y voy a brindar por los que han arriesgado la vida o algún tipo de seguridad por mantener una postura digna e inequívoca. Por tantos valientes españoles que, desgraciadamente, no han sido mayoría. Vivan ellos, y con ellos que viva España.

http://www.carlosherrera.com/

Ante la barbarie solo cabe una respuesta: NO

Roberto Blanco Valdes


Decía Churchill que la democracia consiste en algo muy sencillo: «Que, cuando alguien llame de madrugada a la puerta de tu casa, sepas que es el lechero». Desde hace cincuenta años, docenas de miles de personas -sobre todo militares, guardias civiles, policías y políticos no nacionalistas- carecen en España de tal seguridad. Así lo comprobaron estremecidos, hace apenas unas horas, los vecinos de la casa cuartel de la Guardia Civil de Burgos, a quienes, no el lechero, sino los carniceros despertaron con el estruendo de más de 200 kilos de explosivos. La bomba, que ETA colocó en un lugar donde familias enteras dormían tan tranquilas, podía haber provocado una masacre, aunque sus efectos no fueron para quitarles importancia: 65 heridos y gravísimos destrozos materiales. Cuando no se habían apagado aún los ecos de los gritos de horror que ese atentado provocó, otro les costaba la vida a dos guardias civiles en Mallorca. Para quien pudiera tener alguna duda, los terroristas dejaban bien claro que no perseguían otra cosa que matar.

Ni una ni otra salvajada añaden nada nuevo, en todo caso, a lo que todos sabemos ya de ETA: que, al igual que los nazis, los etarras animalizan a sus víctimas -txakurras (perros) llaman los terroristas a los miembros de las fuerzas policiales- y tienen por la integridad física o la vida de sus «objetivos militares» la misma piedad que la que un ser brutal tendría por un animal que no pudiera defenderse. Pero ambos atentados, y más uno tras otro, ponen de relieve que ETA ha subido, de golpe, su apuesta en busca del auténtico «objetivo político» de todas sus acciones criminales: intentar forzar al Gobierno a que se siente de nuevo a negociar.

La lógica de los etarras es perversa, pero coherente con su paranoia terrorista: solo lograremos asustar al Gobierno ?-es decir, solo lograremos convencerlo de que debe negociar para poner fin a este conflicto-, aumentado la presión por medio de la frecuencia y la dureza de nuestros atentados.

Que esa lógica salvaje puede ser eficaz viene demostrado por el hecho de que muchos pretendidos especialistas en cuestiones antiterroristas llegaron a afirmar durante la última supuesta tregua que nunca podría acabarse con ETA sin negociar con ella.

Como aquella parecía ser una posición de principio y como cabe que los mismos que en su día aconsejaron mantener hasta el final la mascarada de la última tregua de ETA sigan aún influyendo en Zapatero, debería el Gobierno dejar claro después de cada atentado lo único que podría, antes o después, convencer a los etarras de que sus crímenes solo sirven para causar dolor y lágrimas: que, bajo ninguna circunstancia, se sentará a negociar con ellos el final del terrorismo.

http://www.lavozdegalicia.es/opinion/2009/07/31/0003_7879929.htm

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